En los últimos años las neurociencias han despertado más interés y curiosidad que cualquier otro descubrimiento. Y es coherente, pues hemos vivido la mayor parte de nuestra historia desconociendo cómo funcionaba nuestro cerebro.
Curiosamente, en dos décadas ha logrado aproximar innumerables respuestas sobre cómo funcionamos. El abordaje multidisciplinario de las neurociencias, ha permitido llegar a conocimientos claves sobre el funcionamiento del cerebro tales como la toma de decisiones; aspectos de la conciencia, deseos, creencias, mecanismos de la emoción y circuitos neuronales involucrados en ver e interpretar el mundo que nos rodea.
De hecho, todos nuestros comportamientos se originan en el cerebro. Nuestras acciones y decisiones están condicionadas por nuestras creencias o modelos mentales. Algunas nos impulsan; otras nos limitan. Pero muchas son inconscientes y todas son activas, justamente porque moldean nuestras acciones. Son juicios, opiniones, creencias muy arraigadas que se forman en el pasado, viven en el presente y condicionan nuestro futuro.
Si nos ponemos a pensar, un altísimo porcentaje de lo que hacemos a diario son hábitos inconscientes, producto de circuitos neuronales que se repiten y se asocian. Estas conductas condicionadas y automáticas son puestas en marcha por nuestro cerebro para ahorrar esfuerzo a la hora de hacer ciertas actividades.
Ahora bien, las especies animales, entre ellos los humanos, buscamos siempre la supervivencia. Esto se logra a través de dos sistemas fundamentales: el sistema de recompensa que nos lleva a un comportamiento, pensamiento, estado emocional para proporcionarnos aquello que deseamos; y el sistema del miedo que nos alerta sobre un posible peligro y nos mueve a protegernos.
Sin embargo, cuando uno de esos dos sistemas “toma el mando” de nuestra vida dejamos de comportarnos racionalmente porque se ven distorsionados los procesos cognitivos. Cualquiera de ellos que haya asumido el control, actúa por nosotros.
¿Qué pasa cuando una persona, por ejemplo, está dominada por el sistema de recompensa?
Por ejemplo, por las circunstancias que sean, una persona ha aprendido a canalizar su ansiedad a través de la comida. Por ello, cuando se siente estresada, de manera automática, empieza con el ritual de la ingesta indiscriminada de alimentos hasta saciarse. Con ello, consigue su recompensa: relajarse. Sin embargo, esta forma de calmar la ansiedad conlleva varios daños colaterales y algunos son obvios: la sensación de culpa y varios kilos de más.
Para cambiar este hábito de comer compulsivamente esta persona necesita cambiar su actual rutina (comer) por otra más sana y que le proporcione esa misma sensación de bienestar que está buscando. La idea es recibir la recompensa y conseguir ese deseo de sentirse bien, evitando los efectos nocivos que implica comer demasiado y cualquier cosa.
¿Y qué ocurre cuando una persona está dominada por el sistema de miedo?
Imaginemos que tenemos que hacer una exposición en una reunión de trabajo, pero contamos en nuestro haber con experiencias no tan buenas en situaciones similares. Para paliar esos temores y conseguir tranquilidad, nos ocupamos sin descanso a pulir la presentación; sin embargo, cada vez que conectamos con el evento futuro nos resulta imposible evitar la emoción relacionada con el recuerdo de las fallidas experiencias anteriores.
Es muy probable que la respuesta corporal del miedo pueda llevarnos a crear un neurocomportamiento ritual con la intención de tranquilizarnos, pero, contrariamente, lo que conseguimos es activar de forma permanente el sistema del miedo y aumentar los niveles de estrés y de ansiedad.
NeuroQuotient® hace comprensible la neurociencia del comportamiento.
Esta herramienta trabaja sobre las cuatro dimensiones del comportamiento humano (percepción, personalidad, emociones y conducta), detectando nuestro estado actual -cómo si fuera una foto- y orientándonos en los focos de trabajo para alcanzar nuestro estado deseado. Se trata de un modelo sencillo que -sin perder su base científica- nos permite conocer la información que hay en nuestro inconsciente y hacerla evidente de una manera práctica y rápida.
Efectivamente, facilita la toma de conciencia sobre lo que nos limita y nos abre la posibilidad de actuar para cambiar lo que ya no funciona. Esa toma de conciencia también actúa como palanca para el desarrollo, pues aunque aparentemente “todo vaya bien” siempre es susceptible de desarrollo y/o mejora.
Una vez conscientes de nuestras eficacias y limitaciones, de nuestras debilidades y fortalezas, de nuestras carencias y necesidades, es posible obtener una gran cuota de realidad respecto a todos aquellos aspectos en los que necesitamos trabajar, ya sea para desarrollarlos, mejorarlos u optimizarlos.
Por estos motivos NeuroQuotient® es extensivo, asequible y aplicable a cualquier persona, independientemente de su actividad profesional