Los expertos en psicología afirman que las crisis vitales no son cronológicas, sino más bien históricas y subjetivas; esto significa que más que con el tiempo transcurrido, tienen que ver con las situaciones que nos ha tocado vivir y con cómo las hemos capitalizado.
No obstante, una crisis vital siempre es una transición que llega de la mano de un replanteo íntimo que implosiona con algunos interrogantes como:
¿Es esto lo que quiero?, ¿qué sentido tiene lo que estoy haciendo?, ¿cómo estoy viviendo mi vida?. ¿Y ahora qué?
Buena pregunta, porque en cierto momento de la vida, no importa cuál, pareciera que dejamos de fluir -en piloto automático- y sucumbimos a un baño de realidad. Sin embargo, a diferencia de otras tantas veces, en vez de hacernos explosionar echando las culpas a todo y a todos, actúa como una invitación a mirar hacia adentro, a hacer algún tipo de introspección; a entender que para transformar lo que no nos gusta la gestión del cambio tiene que ocurrir desde dentro hacia fuera. Ciertamente “el afuera” sólo requiere de nuestra adaptación, no de nuestra influencia.
Muchas veces incluso, ese “quiebre” emerge sin causa aparente. Empezamos a sentir insatisfacción y angustia sin poder explicar por qué, en qué aspecto de la vida en particular o qué hecho concreto ha desatado esas sensaciones. Lo cierto es que, independientemente de su origen, la crisis supone un estado temporal de desestabilización y desorganización que se caracteriza por dejarnos a la deriva -emocionalmente hablando-, repletos de interrogantes y vacíos de respuestas.
Sin embargo, si nos ponemos a pensar, no somos ni más ni menos que el resultado de un montón de decisiones que fuimos tomando hasta este momento, así que lo más lógico sería preguntarnos cómo hemos tomado esas decisiones, en qué proyecto de vida nos hemos basado, si sigue vigente, si aún tiene sentido para nosotros, si aún queremos conservarlo tal y cómo fue concebido o queremos cambiarlo.
Nuestro cerebro nos delata. Aprende de él para acelerar tu cambio.
Gracias a la neurociencia, hoy sabemos que el que interviene en todos los procesos decisorios de nuestra vida es el cerebro y, en relación a ello, resultan fundamentales los mecanismos que nos permitan acceder a esa información.
En tal sentido, NeuroQuotient®, es un método que trabaja con las conductas y emociones que hay detrás del comportamiento humano y que nos permite poner luz sobre cómo tomamos las decisiones y cómo hacemos y deshacemos las relaciones y las situaciones. Se trata de un modelo basado en la neurociencia que nos permite hacer consciente información inconsciente; opera como una foto del momento puntual y nos facilita entender, entre otras cosas:
- Cómo pensamos en cada circunstancia.
- En qué nos diferenciamos de los otros.
- Qué es importante para nosotros.
- Qué capacidades y habilidades tenemos y cuáles nos faltan.
- Qué nos hace perder la serenidad.
Si nos ponemos a pensar por un momento, podríamos responder a cada uno de esos ítems sin prisa y sin pausa pero nuestro cerebro nos jugaría una mala pasada; él está constantemente en un modo de supervivencia, son cables y neuronas conectadas que nos hace comportarnos de la forma más automática y homogénea posible, pues es su forma de protegernos y asegurar la supervivencia en el día a día. Pero es esa protección del día a día la que, a veces, nos lleva a vivenciar estados de crisis personales ya que no nos permiten salir de la zona de confort; mucho menos reinventarnos, cuestionarnos o reciclarnos.
Pero, retomemos lo anterior, ¿por qué el cerebro nos jugaría esa mala pasada? Visto lo visto, a preguntas genéricas, nuestro cerebro daría respuestas automáticas. La particularidad de NeuroQuotient®, es que sus preguntas están dispuestas para que sean respondidas de forma rápida, intuitiva e inmediata de forma tal que el cerebro no encuentre la posibilidad para manipularlas.
Un poco la idea de todo esto es entender que el cerebro quiere ahorrarnos la energía de tener que pensar y entonces busca aliviar cualquier situación de forma automática. Si por ejemplo en crisis pasadas nos aliviaba gritar y romper cosas, él nos dará esa orden porque así consiguió la calma veces anteriores. Sin embargo, antes o después, gritar y romper todo deja de ser funcional no sólo porque es un comportamiento “hueco”, sino porque además empieza a resultar violento para nuestro entorno más íntimo.
Este mismo comportamiento, pensado y extendido a otras situaciones de la vida, es clave para entender cómo tantas veces haciendo lo mismo que nos resultó óptimo en el pasado, hoy ya no funciona o, cuanto menos, no funciona igual.
Necesitamos revisar, ponerle nombre y apellido a todo aquello que necesitamos cambiar, potenciar y/o mejorar para afrontar cualquier crisis vital con todos nuestros recursos personales alineados.